La genealogía se define como: “la serie de progenitores y ascendientes de una persona“. Tiene su vertiente matemática, pues la genealogía se basa en las potencias del número 2, de tal manera que “una persona” representa a la generación cero (2°= 1 individuo), los padres son la primera generación (2¹= 2 individuos), los abuelos son la segunda generación (2² = 4 individuos), los bisabuelos son la tercera generación (2³= 8 individuos) y así consecutivamente, de tal manera que en la décima generación suman 1.024 individuos ascendentes de esa persona, viviendo la mayoría de ellos en el siglo XVII y con algunos casos de repeticiones de ellos por lazos de parentesco (consanguinidad).

La genealogía suele tener como punto de partida la memoria viva familiar, esa herencia oral que nos transmiten nuestros padres y abuelos. La información suele abarcar desde el escaso conocimiento de los abuelos hasta el saber nombre y apellidos de alguno de los tatarabuelos, sin embargo, en ocasiones los datos no son exactos o son parciales y requieren una comprobación.

Aunque lo más directo sería ir a los registros para consultar las partidas de nacimiento y bautismo de los ascendentes, en realidad es una tarea complicada por dos motivos: la Ley de Protección de Datos, que no permite la libre consulta de registros con una antigüedad inferior a los 100 años, y la disponibilidad de los responsables de los archivos municipales y parroquiales, que suele ser muy limitada y con escasa simpatía por quienes pretenden investigar su genealogía. En este caso, lo práctico es preguntar a familiares: padres, abuelos, tíos, vecinos… cruzando la información que facilitan, las primeras generaciones se van confirmando con nombres, apellidos e incluso fechas orientativas de nacimiento. De esta manera y con suerte, la siguiente generación a descubrir es la de los bisabuelos, que ya tendrá una antigüedad superior a la centena de años.

Los registros municipales de nacimientos, matrimonios y defunciones se iniciaron hacia 1870, por lo que en la cuarta o quinta generación ascendente ya no son de utilidad. Se guardan en los Registros Civiles de cada ayuntamiento.

Los siguientes registros de interés son los parroquiales de bautismos, matrimonios y defunciones, cuyas fechas de inicio varían bastante según cada pueblo, aunque se generalizaron a finales del siglo XVI, pues se obligó al registro de los sacramentos a partir del Concilio de Trento hacia 1560. Son los más útiles para la genealogía. No obstante, la desigual conservación de los libros parroquiales, así como periodos bélicos (principalmente la Guerra de la Independencia y la Guerra Civil), provocaron la pérdida de bastantes registros parroquiales, por lo que en algunos casos no hay información antes del siglo XIX y en otros, hay discontinuidades en fechas que pueden llegar a superar más de cien años.

En la partida de bautismo superior pertenece al verato Don Pedro de Godoy, el que posteriormente fue Obispo de Osma y después, Obispo de Sigüenza, dos diócesis de Castilla. En esta partida se aprecian las dificultades típicas a las que se enfrenta la investigación genealógica cuando se entran en los antiguos siglos XVII y XVI: la complicada caligrafía, la ausencia escrita de los abuelos (que en La Vera comienzan a incluirse en los bautismos hacia 1760) o la alteración de apellidos (generalmente las mujeres recibían los apellidos de sus líneas maternas y los varones de sus líneas paternas). La transcripción de la partida de bautismo del obispo es la siguiente:

En treynta dªs del mes de abril de mill y seys cientos y ocho años yo Ellbr. phelipe poRas delabreña cura propio en la paRoquial deste dho lugar batiçe a pº hijo de pº gil y su muger maria degodoy fue su padrino frcº parron El coxo testigos Juº perez sacristan y alº de cacres

En treinta días del mes de abril de mil seiscientos ocho años, yo el bachiller Felipe Porras de la Breña, cura propio en la Parroquial de este dicho lugar, bauticé a Pedro, hijo de Pedro Gil y de su mujer, María de Godoy. Fue su padrino Francisco Parrón, el cojo. Testigos: Juan Pérez, sacristán y Alonso de Cáceres